Debido a su variedad de contenidos, temas, colores, formas, dibujos y estilos el graffiti, como tipo de expresión, es difícil de catalogar. Su estética suele romper con los estereotipos y ampliar los márgenes de lo permitido. Su práctica, generalmente, es repudiada por la sociedad al ser transgresora, crítica e intuitiva.
Los graffitis pueden encontrarse en todas partes de Providencia, como baños, bancos, árboles y vía publica, este es básicamente una inscripción o dibujo de carácter popular realizado en todo tipo de superficies, su elaboración es parte de un trabajo reflexivo sobre la realidad, del entorno social, siendo una herramienta eficaz de denuncia por parte de su autor.
Se sustenta en un breve mensaje confeccionado a partir de dibujos, palabras que en formulas creativas incentivan su lectura y eficaz comprensión. Su temática contempla temas como el fútbol, música, sexo, amor, política, etc. convirtiéndose en una de las practicas más usadas para expresase sin filtros determinados.
Este medio de comunicación informal se desvirtúa al usarse inconcientemente; una cosa es el graffiti con estrategias plásticas, el que pretende dar un discurso y otra muy distinta es la marca urbana que ensucia desvirtuando el entorno.
Por su parte la publicidad ha centrado su atención en este hecho poniendo en práctica la esencia del graffiti, lo cual observamos en spot y campañas publicitarias en donde la inserción de garabatos y mensajes es común, un ejemplo lo constituye el metro, un transporte público irrumpido por formales graffiteros: empresas y multinacionales. Estas nos invaden los suelos, paredes, escaleras y pasamanos. Proyectan imágenes sobre nosotros haciéndose imposible descansar nuestra mirada. Nos asedian diariamente.
Angélica Pérez, relacionadora publica de la Casa de Cultura de Providencia, nos dice: “El grafito esta mal entendido, una cosa es la marca con claros objetivos y la otra es causar daño al patrimonio ciudadano. El grafitero de verdad busca una experimentación, la marca urbana desperjuiciada hace daño. Hay grandes aportes de esta técnica al arte como el esténcil que te hace pensar, sin embargo el daño a los muros patrimoniales evita que las personas lo acepten como medio de expresión”.
Se dice que el graffiti solo contamina, muchos lo rechazan por ser nocivo para el entorno. ¿Quién contamina a quién? Los jóvenes y adolescentes que tratan de manifestarse en búsqueda de su identidad o las grandes marcas comerciales que succionan todo pensamiento crítico. Se anuncian campañas de cero tolerancia a graffitis y rayados. ¿No será más coherente analizar los graffitis insertos en las calles y al fin poner límite a la propaganda indiscriminada?
Los graffitis pueden encontrarse en todas partes de Providencia, como baños, bancos, árboles y vía publica, este es básicamente una inscripción o dibujo de carácter popular realizado en todo tipo de superficies, su elaboración es parte de un trabajo reflexivo sobre la realidad, del entorno social, siendo una herramienta eficaz de denuncia por parte de su autor.
Se sustenta en un breve mensaje confeccionado a partir de dibujos, palabras que en formulas creativas incentivan su lectura y eficaz comprensión. Su temática contempla temas como el fútbol, música, sexo, amor, política, etc. convirtiéndose en una de las practicas más usadas para expresase sin filtros determinados.
Este medio de comunicación informal se desvirtúa al usarse inconcientemente; una cosa es el graffiti con estrategias plásticas, el que pretende dar un discurso y otra muy distinta es la marca urbana que ensucia desvirtuando el entorno.
Por su parte la publicidad ha centrado su atención en este hecho poniendo en práctica la esencia del graffiti, lo cual observamos en spot y campañas publicitarias en donde la inserción de garabatos y mensajes es común, un ejemplo lo constituye el metro, un transporte público irrumpido por formales graffiteros: empresas y multinacionales. Estas nos invaden los suelos, paredes, escaleras y pasamanos. Proyectan imágenes sobre nosotros haciéndose imposible descansar nuestra mirada. Nos asedian diariamente.
Angélica Pérez, relacionadora publica de la Casa de Cultura de Providencia, nos dice: “El grafito esta mal entendido, una cosa es la marca con claros objetivos y la otra es causar daño al patrimonio ciudadano. El grafitero de verdad busca una experimentación, la marca urbana desperjuiciada hace daño. Hay grandes aportes de esta técnica al arte como el esténcil que te hace pensar, sin embargo el daño a los muros patrimoniales evita que las personas lo acepten como medio de expresión”.
Se dice que el graffiti solo contamina, muchos lo rechazan por ser nocivo para el entorno. ¿Quién contamina a quién? Los jóvenes y adolescentes que tratan de manifestarse en búsqueda de su identidad o las grandes marcas comerciales que succionan todo pensamiento crítico. Se anuncian campañas de cero tolerancia a graffitis y rayados. ¿No será más coherente analizar los graffitis insertos en las calles y al fin poner límite a la propaganda indiscriminada?
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